jueves, 5 de marzo de 2009

EL DÍA A DÍA DEL NIÑO DE LA CALLE-ALOPECIA Y CAIDA DEL CABELLO

ALOPECIA Y CAIDA DEL CABELLO

EL DÍA A DÍA DEL NIÑO DE LA CALLE

El menor que vive en la calle se mezcla cada día con la gran masa de pequeños pobres que buscan su sustento. Intentará ganar dinero, por ejemplo haciendo de "llevar señora", es decir, llevando los paquetes a las mujeres que van al mercado. Venderá bolsas de plástico a los compradores en el mercado (a menudo el vendedor no dispone de bolsas de plástico y vierte la mercancía directamente en la bolsa del cliente). Buscará carbón y restos metálicos en la basura, frecuentemente echado por los adultos que también buscan restos valiosos en los deshechos. Lavará coches, vigilará vehículos aparcados, y desde luego mendigará. Recogerá fruta y verdura que ya no se puede vender en el mercado. Por su ayuda a un comerciante en el mercado, con suerte podrá adquirir el derecho de pasar la noche debajo del mostrador a cambio.

Esto ya es casi como un reconocimiento por sociedad. Pero solo muy pocos niños llegan a este estado social.

Así que el mercado es el lugar preferido por los niños de la calle para encontrarse, aún más teniendo en cuenta que ahí es muy fácil robar… Pero se encuentran también en lugares donde se reúnen muchas personas, como puertos, cines, estaciones de tren o de autocar … Así puede ganarse la vida. Un estudio realizado en Madagascar ha demostrado que las ganancias medias diarias de un menor de la calle en el mercado no pasa de 20 céntimos de Euro. Para este importe, puede llegar a pagarse un plato de arroz … Lamentablemente, en la mayoría de los casos este dinero servirá para comprar caramelos, helados, droga, ir a los establecimientos de vídeo (muy a menudo de vídeos pornográficos), en breve, para ser malgastado. El niño está mal alimentado, empieza el círculo de la desnutrición.

La noche es el momento más peligroso. Los más pequeños se esconden de los más grandes porque temen que les puedan quitar lo poco que poseen. Tienen que esconderse de la policía que los considera casi siempre como unos delincuentes. Tienen que esconderse de los violadores (el 50% de los menores que viven en la calle han sido violados en la calle misma o en la prisión). Duermen con su ropa puesta, hechos una bola y amoldándose unos a otros como pequeños cachorros, para sentir el calor, debajo de los mostradores en el mercado, contra un muro, debajo de un árbol. A veces tienen suerte y encuentran un plástico o un cartón. He visto en Madagascar, a un buscador de clientes de un puesto de taxis que tenía un gran corazón y que autorizaba a los niños a pasar la noche en los vehículos aparcados. Al hacerse de día, hay que levantarse y vuelve a comenzar la caza a la comida.






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